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Las corridas de toros son una de esas tradiciones que han estado en México por siglos.
Aunque hoy en día generan debate, su historia se remonta a los primeros años de la colonia, cuando los españoles trajeron esta práctica a tierras americanas.
Se dice que la primera corrida de toros en lo que hoy es México ocurrió en 1529, apenas ocho años después de la caída de Tenochtitlán.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), este evento se realizó en el Centro Histórico de la Ciudad de México.
En aquel entonces este sitio era el corazón de la Nueva España.
En esos tiempos, los regidores de la ciudad instauraron la tradición de celebrar cada 13 de agosto la fiesta de San Hipólito, una fecha clave para los conquistadores, ya que conmemoraba la caída de los mexicas.
La celebración cerraba con una corrida de toros, convirtiéndola en parte de las festividades oficiales de la colonia.
Más adelante, con la llegada de nuevos virreyes, se añadieron más corridas como parte de los eventos de bienvenida.
Es así como se consolidó la tauromaquia como una costumbre en el país.
En sus inicios, las corridas de toros eran exclusivas de la nobleza.
Sin embargo, en el siglo XVIII, el rey Felipe V prohibió que los nobles participaran, lo que llevó a que se popularizara entre las clases trabajadoras.
Con el tiempo, las corridas de toros llegaron a otros países como Portugal, Francia, Perú, Colombia, Venezuela, Ecuador y Costa Rica.
En cada país se adaptaba esta tradición con ciertas modificaciones a su cultura.
En México, la pasión por esta práctica se mantuvo fuerte durante los siglos XIX y XX, al punto de que en 1946 se inauguró la Plaza de Toros México, la más grande del mundo.
A pesar de su historia, en los últimos años las corridas de toros han sido objeto de críticas y debates.
Recientemente, el Congreso de la Ciudad de México aprobó modificaciones para que las corridas se realicen sin violencia.
Sin duda, esto marca un cambio en la forma en que se lleva a cabo esta tradición.
Con 61 votos a favor y solo uno en contra, se estableció que los toros no podrán ser lastimados ni sacrificados en los espectáculos.
Además, cualquier maltrato será sancionado con multas que pueden ir desde los 226 mil hasta los 339 mil pesos por cada animal afectado.
También se decidió que, una vez terminada la corrida, el toro deberá ser devuelto a su ganadería o a su propietario.
Es decir, que los animales ya no podrán ser heridos, ni mucho menos sacrificado en la plaza.
Este cambio ha sido celebrado por defensores de los derechos de los animales.
Aunque, como era de esperarse, también ha generado resistencia entre los aficionados a la tauromaquia.
¿Será el inicio del fin para las corridas de toros en México o solo una evolución en la tradición?
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