imagen tomada de proopera.org.mx
Hoy se cumplen 91 años de la inauguración del Palacio de Bellas Artes, el recinto que ha sido testigo de la historia artística, cultural y política de México.
Más que un edificio, es un símbolo de grandeza nacional, nacido de la ambición del régimen porfirista y convertido en una de las joyas arquitectónicas más admiradas del mundo.
En 1907, Porfirio Díaz ordenó levantar obras que mostraran al mundo el progreso del país rumbo al Centenario de la Independencia.
Entre hipódromos, calzadas renovadas y columnas monumentales, también se gestó la idea de un nuevo teatro nacional: el que más tarde se transformaría en el Palacio de Bellas Artes.
El encargo quedó en manos del arquitecto italiano Adamo Boari, quien llegó con toda la confianza del régimen.
Su visión fue ambiciosa: un diseño Art Nouveau con toques mesoamericanos, incluso soñó con un vestíbulo-invernadero que exhibiera plantas mexicanas como decoración viva.
Pero la historia se atravesó.
Los hundimientos del terreno y el estallido de la Revolución hicieron que Boari abandonara el país sin ver concluida su obra.
Fue hasta tres décadas después, en 1934, que el arquitecto mexicano Federico Mariscal retomó el proyecto.
Él dio el toque final al recinto, con un interior de estilo Art Déco que contrastaba con el exterior Art Nouveau de Boari.
También fue en ese momento cuando el Teatro Nacional cambió su nombre por el que hoy conocemos.
La gran inauguración ocurrió el 29 de septiembre de 1934, con un programa de lujo: un concierto de Carlos Chávez, la obra La verdad sospechosa de Juan Ruiz de Alarcón y la presencia de figuras como Diego Rivera, Frida Kahlo, David Alfaro Siqueiros, Dolores del Río y Esperanza Iris.
Hoy, el Palacio de Bellas Artes no necesita invitación para visitarlo.
Desde los majestuosos pegasos que lo custodian en el exterior hasta la icónica cortina de cristal opalino de la Casa Tiffany —única en el mundo—, el edificio deslumbra a cualquiera.
El vitral del techo, creado por el artista húngaro Géza Maróti, muestra a Apolo rodeado de las nueve musas y 26 figuras míticas que cuentan la historia del teatro a lo largo de los siglos.
Cada rincón es un recordatorio de por qué este lugar es el corazón artístico de México.
Hoy, al celebrar su 91 aniversario, el Palacio de Bellas Artes sigue siendo un espacio abierto a todos: sin importar origen, idioma o condición social.
Un verdadero símbolo de la cultura mexicana que se mantiene vivo y brillante en el tiempo.
Con información de El economista.
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