con imágenes tomadas de la red
En México, la flor de cempasúchil se alza como un símbolo vibrante del Día de Muertos, iluminando altares y panteones.
Con su característico color dorado y aroma distintivo, nos recuerda nuestras tradiciones y a quienes partieron.
En Guanajuato, su producción es una tradición de generaciones, donde familias han dedicado décadas a este arte ancestral.
El cempasúchil, conocido como “la flor de veinte pétalos” por su nombre en náhuatl, Cempohualxochitl, no solo es un elemento decorativo, sino un símbolo cargado de espiritualidad.
Para los mexicas, representaba la dualidad de la vida y la muerte, y sus pétalos se emplean en ofrendas por la creencia de que guían las almas de los difuntos de regreso al mundo de los vivos.
Los campos de cempasúchil no solo ofrecen la posibilidad de comprar flores, sino que se han convertido en un destino turístico.
Una de las comunidades más representativas para disfrutar de los campos de cempasúchil es Cuevas.
Ahí, los floricultores cosechan justo antes de la celebración, asegurando flores frescas para su distribución.
Este sitio ha destacado durante más de 80 años por el cultivo de flores destinadas a las festividades y se encuentra ubicado a solo 20 minutos del centro histórico de Guanajuato.
Cada año, Cuevas se convierte en un espectáculo con paisajes llenos de colores intensos y aromas encantadores.
Muchos visitantes llegan a Cuevas para admirar los paisajes coloridos y capturar el momento en fotografías.
Las condiciones climáticas y el suelo fértil de estados como Guanajuato, Hidalgo, y Puebla hacen de estos lugares terrenos ideales para su cultivo.
Karina Muñoz Villalobos, florista de la región, destaca la calidad única de las flores mexicanas.
Comenta que a diferencia de las plantas importadas de China que suelen comercializarse en macetas, las nacionales se distinguen por sus tallos altos, colores intensos y el hecho de ser vendidas en racimos.
En Comonfort, la siembra de cempasúchil es un legado que la familia de Adolfo Hernández Rubio, conocido como “El Profe”, ha preservado por más de 50 años.
En su terreno en el barrio de La Candelaria, Adolfo describe con orgullo el proceso meticuloso que sigue cada año.
La preparación del suelo comienza en junio, trabajando la tierra con yuntas y cortando surcos para que las flores estén listas en octubre, justo a tiempo para las festividades.
La labor en los campos de cempasúchil no es solo un negocio, sino una contribución esencial a las tradiciones mexicanas.
En Comonfort, el cultivo ha convertido al pueblo en un referente, y gran parte de su cosecha se dirige a municipios cercanos como San Miguel de Allende, donde las calles y altares se transforman en un mar dorado en honor a los ancestros.
Así, esta flor sigue siendo un puente entre lo terrenal y lo espiritual, llenando de color y significado las celebraciones del Día de Muertos.
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