En un mundo donde ser “productivo” parece la meta definitiva, hay algo que está afectando a muchas personas y no siempre se nota a simple vista: la dismorfia de productividad.
¿Te suena? Es esa sensación constante de que no estás haciendo lo suficiente, aunque estés trabajando a marchas forzadas.
Por si lo estás pensando, no, no es lo mismo que el síndrome del impostor.
Mientras uno te hace sentir que no mereces tus logros, la dismorfia de productividad te convence de que nunca trabajas lo bastante, sin importar cuánto hagas.
Es una especie de espejismo mental que distorsiona tu percepción del esfuerzo y los resultados.
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¿Cómo saber si estás lidiando con la dismorfia de la productividad?
Algunos signos son bastante claros:
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Te comparas todo el tiempo con tus compañeros u otras personas en general.
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Minimizar tus logros es tu deporte favorito.
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Sientes culpa si descansas, incluso en vacaciones.
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Sólo te sientes tranquilo si estás trabajando.
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Vives con la idea de que podrías estar haciendo más… siempre.
Este fenómeno suele aparecer con más frecuencia en personas que son perfeccionistas, obsesivas, adictas al trabajo o altamente competitivas.
También es común en quienes cargan con muchas responsabilidades o buscan reconocimiento constante.
Este patrón de pensamiento puede hacer que te sientas constantemente insuficiente y, con el tiempo, puede afectar tu autoestima, generar ansiedad, provocar agotamiento extremo (burnout) o incluso derivar en depresión.
Además, puede aislarte: cuando el trabajo es tu única fuente de validación, es fácil descuidar tus relaciones personales.
¿Las redes sociales tienen algo que ver?
Como suele suceder con absolutamente todo, las redes tienen muchísimo que ver.
Al igual que con la dismorfia corporal, las redes sociales juegan un papel importante en este fenómeno.
Allí todo el mundo parece tener una gran carrera con mil proyectos a la vez y siempre logrando cosas increíbles.
Aunque recordemos que no se muestran son los fracasos o los días malos.
Ver constantemente “lo bien que le va a todo el mundo” puede hacerte sentir que te estás quedando atrás.
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¿Qué puedes hacer si tienes dismorfia de productividad?
Admitir que algo no anda bien en tu relación con el trabajo es el primer paso.
Luego, lo ideal es considerar buscar ayuda profesional.
Un terapeuta puede ayudarte a poner en perspectiva tus pensamientos y a establecer límites sanos.
Algunos consejos útiles:
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Establece horarios claros de trabajo y descanso.
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No todo lo que haces debe ser “productivo”. Descansar también lo es.
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Practica la autoaceptación: recuerda que tu valor no depende de tu lista de tareas.
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Rodéate de personas que te ayuden a ver la realidad sin filtros.
No lo olvides, no necesitas rendir al 110% todo el tiempo y no tienes que compararte con los demás.
Y si fallas en algo, eso no borra todo lo que has conseguido hasta ahora.
A veces, lo más productivo que puedes hacer… es detenerte, porque también mereces estar bien.
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